Esta frase es utilizada para decir que algo se ha entendido o interpretado mal, o que la situación toma un rumbo diferente al que se deseaba.
El "che", muy típico en el dialecto argentino, tiene sus raíces en la lengua "Mapuche" (mapu = tierra y che = gente o persona) "gente de la tierra"; como un español puede llamar a un señor "tío", un argentino le puede llamar "che".
El agarrar para el lado de los tomates vaya a saber uno porque motivo se ha acuñado y perdurado en su usanza cotidiana, aunque por allí he leído esto: La planta de tomates es un vegetal muy problemático para los horticultores. Esta suele contaminarse con todo tipo de hongos y parásitos que, si no son tratados a tiempo, no sólo matan a los tomatales sino que además al resto de las plantas sembradas. Razón suficiente para que los horticultores las planten bien alejadas del resto de las plantas; es por esto que decir "se fue para el lado de los tomates" significa algo así como decir que se fue muy lejos del significado real; pero bueno, asía allí vamos ahora mismo.
El tomate -jitomate-, "xitomatl", pertenece a la familia de las soláneas al igual que los ajíes y es originario de las tierras altas de la costa occidental Sudamericana, trasladándose luego por intercambios a Centroamérica, y con la llegada de los conquistadores europeos se fue difundiendo por toda América, Europa (1540) y a través de Filipinas a toda Asia; los europeos se tomaron su tiempo para consumirlo ya que a su arribo fue visto con desconfianza y solo se usaba como una planta ornamental, a veces sus frutos verdes adornaban sombreros femeninos o pendían como prendedores del vestido de algunas damas; más de uno llegó a creer que se trataba de un producto tóxico dado su color rojo -en realidad sus tallos y hojas contienen "giloalcaloides" pero el fruto no-; el color rojo en la naturaleza, tanto en animales como en plantas, es un llamado de atención o una especie de advertencia que indica peligro. Pero bueno, su mala fama no duró mucho tiempo, seguro algunos relatos de conquistadores describían la forma en que los aborígenes americanos lo consumían y algunos, más atrevidos y dispuestos a nuevas experiencias, se animaron a ese nuevo sabor. Hay que aclarar que los aborígenes también le dieron otros usos, ya que en rituales se utilizaban sus semillas a las que se atribuían poderes adivinatorios.
Su nombre original es "jitomate" que viene del náhualt "xitomatl" (xictli = ombligo y tomâtl = tomate), lo conocieron los mexicanos 700 años a.C. y en el antiguo Perú antes del Imperio Inca (fines del siglo XII), nombre abreviado por los conquistadores simplemente a "tomate" que se mantiene en varios idiomas incluso el francés y con pequeñas variaciones en otros países como "tomato" en inglés, "tomaat" en holandés, "tomat" en sueco, pero es "pomodoro" en italiano, "pomi d´oro" que es muy probable venga del francés "pomme d´or" (manzana de oro), ya que en Italia los primeros que se llevaron fueron de color amarillo, y en Francia (siglo XVIII) a los rojos se los denominó "pommes de amour" (manzanas del amor) y se creía que podían encender la pasión, la voluptuosidad y la lujuria de quienes se atrevieran a él (por eso prohibido su consumo para algunas religiosas y creyentes católicos).
En septiembre del 2007, en Argentina, esas "manzanas de oro" llegaron casi a justificar el apelativo, pero debido al elevado precio (sextuplicándose), que supuestamente se debía a adversidades climáticas, que llevó a que un kilo de tomates costara más que uno de carne vacuna, motivo que obligó a gran parte de la población, acostumbrada a consumirlo a diario, a no consumir tomates.
Regresando a Italia vemos que el ingenio de sus mujeres lo incorporaron a muchas de sus comidas y dado que se trataba de una hortaliza de verano, es muy posible que en el intento de conservarlo para todo el año se iniciara el "sugo di pomodoro", salsa de tomate que adereza a su pizza y sus famosas pastas, dando inicio a muchísimas variantes: "pomodoro e basílico", "alla matriciana", "alla putanesca", "bolognesa", "alla vongole", etc.
Recuerdo que al promediar el verano mi abuela paterna nos reunía a todos los nietos para ayudarla a picar tomates maduros y meterlos en botellas de vidrio -sidra-, que luego eran tapadas con un corcho e introducidas en un gran tacho con agua, hasta casi cubrirlas, atada cada botella con un alambre que era sostenido en la pared del tacho para que no tocaran directamente el fondo ni estuvieran totalmente cubiertas por el agua, que gracias al fuego de leños encendidos la llevaba a hervir y así se mantenían por un buen rato, luego esas botellas secas y ya frías se guardaban en un cuarto oscuro y fresco -el mismo en que se acopiaban los embutidos caseros- para ir siendo utilizadas a lo largo de todo el año.
En España es típico en "gazpachos", "salmorejos" y "pipirranas", siendo en Cataluña el ingrediente fundamental de su "pa amb tomàquet" (pan con tomate) y sin salir de España podemos leer una nota interesante de Josè Luís Armendáriz, "que culpa tiene el tomate" a donde se queja un poco de la perdida de sabor del mismo en la actualidad: "Qué le ha pasado al tomate para eso, que no sepa a nada. Claro que ahora tenemos tomate todo el año, ya no hay que prepararlo en conservas, desecándolo como hacen en Mallorca, ni adquirir los tomates canarios en el otoño, cuando se acaba la temporada en la península. Ahora basta con acercarse a cualquier mercado, mercadillo, hipermercado e incluso gasolinera que allí estarán, esperando a que los compremos y hagamos de ellos conspicuos protagonistas de nuestros platos. Lo peor es que el tiempo nos ha borrado el recuerdo del sabor y del olor del tomate; y muchos, ni lo echan de menos, pues no lo han conocido".
En Argentina, gracias a la inmigración, sobre todo la italiana, tanto pizza como pastas fueron incorporadas en el menú diario y hasta se crearon nuevas formas con sus nombres porteños como los famosos raviolones redondos llamados "sorrentinos" o los domingueros fideos con "tuco" o con "estofado", o es común ver en una carta de algún restaurante o bodegón "tallarines al fileto". Fileto viene del griego "philetas" = amable, en Calabria se llama fileto al tomate picado, sazonado con especias y conservado en botellas, en Buenos Aires, en algunos sitios se le llama también "filetto", pero eso suena más a "filete" ya que en Italia sería "filetto di vitelo" (filete de ternera).
La salsa fileto o filetto en Argentina es una salsa suave condimentada generalmente con ajo y laurel. En cuanto al "tuco", nombre utilizado en Argentina, Bolivia, Perú y Uruguay, su origen viene del italiano "suco" o "sugo" (zumo,jugo), y se trata (con variaciones en cada región y casa) de una salsa de tomate frito con cebolla, orégano, perejil, ají morrón, etc.
Ya metiéndonos con el más solicitado por los porteños: pasta con "estofado" de carne o pollo, se trata de una salsa de tomate que puede llevar o no vino y a la que se incorpora dentro de su cocción algún tipo de carne vacuna, de pollo e incluso cordero, que es servida junto con la salsa y la pasta, esta costumbre de comer carnes cocidas dentro de la salsa de tomates se supone que se originó en las cocinas de inmigrantes italianos que al llegar a estas tierras y encontrando en ellas una gran cantidad de carne accesible a sus bolsillos la han metido a su "sugo di pomodoro" .
Cabe aclarar que en Sudamérica y sobre todo en Argentina, es común que las salsas de tomate sean como una sopa, liquidas y que inundan el plato ya que está la costumbre de "pasar el pan por el plato" o mojarlo en la salsa y comerlo, caso contrario a las salsas en Italia en donde no se presentan líquidas y solo son para sazonar la pasta, en Buenos Aires, si el porteño no ve la pasta bien cubierta de salsa y en abundancia seguro se quejará. Otro detalle que simboliza a una salsa de tomates porteña (Buenos Aires) es que entre sus especias se encuentra el "comino" y este ingrediente según el investigador y escritor Victor E. Ducrot, puede hacer suponer que a principios del 1900 y con la gran cantidad de inmigrantes que arribaron a Argentina, teniendo su mayor asentamiento en la provincia de Buenos Aires, se alojaban en grandes casonas (conventillos) a donde las cocinas se ubicaban en un mismo espacio compartido, y las señoras de distintos orígenes cocinaban codo a codo unas con otras, según Ducrot, especula que en alguna oportunidad alguna señora italiana cuyo marido no cobró o se le retrasó el pago del salario, no tenia orégano para su salsa de tomates y le pidió alguna especia prestada a su vecina libanesa que sí tenia por costumbre el uso del comino para darle sabor a su salsa, a esta fusión gastronómica que se produjo en esa época en los conventillos, Ducrot la denomina "la cocina cocoliche", que da como resultado una gastronomía muy particular del Río de la Plata.
Bueno, ya nos fuimos para el lado de los tomates, y que ricos que solían estar cuando de niño los robaba de la planta y partiéndolos al medio solo les agregaba un poco de sal fina, o esos sándwiches de pan francés con abundante tomate, sal, aceite de oliva y un buen jamón. No sé tú, pero yo, como dice el amigo Armendáriz, sí extraño ese sabor que con el tiempo y las manipulaciones genéticas se fueron perdiendo.
Norberto E. Petryk, chef asesor en gastronomía
norbertopetryk@gmail.com
Nota publicada en www.afuegolento.com Martes, 22 de Abril de 2008
Link: http://www.afuegolento.com/noticias/156/firmas/petryk/5778/che-agarraste-para-el-lado-de-los-tomates
GENÉTICA | Hallazgo publicado en 'Nature'
El genoma del tomate abre la puerta a la creación de variedades más sabrosas
Miguel G. Corral | Madrid
Actualizado miércoles 30/05/2012Un consorcio internacional de investigadores acaba de descifrar la secuencia completa de ADN del tomate. La investigación, que ha llevado ocho años de trabajo de más de 300 científicos de 13 países y que ocupa hoy la portada de la revista Nature, pone a disposición de los investigadores un mapa de alta resolución de los genes de esta planta hortícola y promete ser un antes y un después en la mejora de las variedades de cultivo.
El artículo no sólo ofrece el genoma completo del tomate común ('Solanum lycopersicum'), sino que lo compara con su pariente cercano el tomate salvaje ('S. pimpinellifolium'), especie con la que trabajaba Charles Rick, y con la patata ('S. tuberosum'), otra especie del mismo género.
Al comparar los genomas de estas especies, los investigadores han observado que el genoma del tomate de cultivo y el silvestre sólo divergen un 0,6%. En cambio, la divergencia entre el genoma del tomate y el de la patata es de más del 8%. Ello es debido a que, durante la evolución, se han invertido y repetido fragmentos largos del genoma.
Estas reorganizaciones genómicas explicarían cambios evolutivos que sucedieron hace millones de años y que contribuyeron a la aparición de nuevas especies de plantas con frutos y a la diversificación de estas. Por otro lado, se ha visto que algunos de los fragmentos repetidos incluyen genes que serían responsables, entre otras cosas, del control de algunas características del fruto como por ejemplo la formación de la piel. Así, dichas repeticiones habrían contribuido a formar una piel más resistente para conservar mejor el fruto.
Pero las implicaciones del trabajo van mucho más allá de las puramente evolutivas. Según los propios autores del trabajo, que ha contado con una amplia participación española, ofrece nuevas herramientas para la agricultura en el futuro.
"Esta secuencia es como un mapa de alta resolución, pero que está en un idioma que no entendemos bien", explica Antonio Granell, coordinador de la participación española en el consorcio internacional e investigador del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas, un centro mixto del CSIC y de la Universidad Politécnica de Valencia.
"Podemos saber si hay un pueblo o dónde hay una montaña, pero no sabemos quién vive allí y a qué se dedican. El trabajo que hay que hacer ahora es identificar en ese mapa de genes las funciones que nos interesan, como que el tomate sea más dulce y sabroso o la planta sea resistente a enfermedades que ahora sí le afectan".
fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2012/05/30/ciencia/1338396322.html
El artículo no sólo ofrece el genoma completo del tomate común ('Solanum lycopersicum'), sino que lo compara con su pariente cercano el tomate salvaje ('S. pimpinellifolium'), especie con la que trabajaba Charles Rick, y con la patata ('S. tuberosum'), otra especie del mismo género.
Al comparar los genomas de estas especies, los investigadores han observado que el genoma del tomate de cultivo y el silvestre sólo divergen un 0,6%. En cambio, la divergencia entre el genoma del tomate y el de la patata es de más del 8%. Ello es debido a que, durante la evolución, se han invertido y repetido fragmentos largos del genoma.
Estas reorganizaciones genómicas explicarían cambios evolutivos que sucedieron hace millones de años y que contribuyeron a la aparición de nuevas especies de plantas con frutos y a la diversificación de estas. Por otro lado, se ha visto que algunos de los fragmentos repetidos incluyen genes que serían responsables, entre otras cosas, del control de algunas características del fruto como por ejemplo la formación de la piel. Así, dichas repeticiones habrían contribuido a formar una piel más resistente para conservar mejor el fruto.
Pero las implicaciones del trabajo van mucho más allá de las puramente evolutivas. Según los propios autores del trabajo, que ha contado con una amplia participación española, ofrece nuevas herramientas para la agricultura en el futuro.
"Esta secuencia es como un mapa de alta resolución, pero que está en un idioma que no entendemos bien", explica Antonio Granell, coordinador de la participación española en el consorcio internacional e investigador del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas, un centro mixto del CSIC y de la Universidad Politécnica de Valencia.
"Podemos saber si hay un pueblo o dónde hay una montaña, pero no sabemos quién vive allí y a qué se dedican. El trabajo que hay que hacer ahora es identificar en ese mapa de genes las funciones que nos interesan, como que el tomate sea más dulce y sabroso o la planta sea resistente a enfermedades que ahora sí le afectan".
fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2012/05/30/ciencia/1338396322.html
Tomates: revelaron el genoma completo
El hallazgo es la conclusión de un trabajo entre instituciones de diversos países. La triplicación del genoma libró al tomate de la extinción masiva de especies..
- 31/05/2012 11:55 | Agencia EFE y redacción La Voz
La secuenciación del ADN del tomate, una investigación internacional en la que participan grupos de todo el mundo, refleja que este fruto logró salvarse de la "extinción masiva" que acabó con el 75% de las especies del planeta, entre ellas los dinosaurios, gracias a la triplicación de su genoma.
Este trabajo, cuyos resultados se publican en la revista Nature y que fue desarrollado por un consorcio con la colaboración de más de 300 científicos de trece países, describe las principales características del genoma del tomate doméstico (Solanum lycopersicum) en comparación con el silvestre (Solanum pimpinellifolium) y la patata (Solanum tuberosum).
El estudio concluye que los genes repetidos que presenta el tomate -el análisis genético indica que éste sufrió varias triplicaciones consecutivas hace unos 60 millones de años- explicarían algunas de las características de este fruto y su éxito evolutivo.
Según explica el investigador Antonio Granell, del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas Primo Yúfera (Centro del CSIC de la Universidad de Valencia), que dirigió la parte española de la investigación, esta triplicación hizo que la especie sobreviviera.
El objetivo de este trabajo, que describe las regiones del genoma del tomate que han sido claves para su evolución y especialización, es ofrecer el genoma del tomate a grupos de investigación para un mejor conocimiento de la biología de este vegetal, esencial en la agricultura.
ADN. El ADN del tomate posee unos 35.000 genes y cerca de 900 millones de pares de bases, que muestran evidencias de que esta planta ha sufrido varias duplicaciones, lo que se considera "un mecanismo para generar nuevas características", señala Granell.
Por ejemplo, se ha visto que algunos de los fragmentos repetidos del ADN incluyen genes que serían responsables del control de ciertas características del fruto, como la formación de la piel, por lo que estas repeticiones habrían contribuido a formar una piel más resistente para conservar mejor el fruto.
Al comparar los genomas de las especies, los investigadores han observado que el genoma del tomate de cultivo y el silvestre sólo divergen en un 0,6 % (sólo seis cambios cada 1.000 nucleótidos, -las unidades mas elementales del ADN- lo que indicaría que ambas especies se separaron hace unos 1,3 millones de años).
Mientras, la divergencia con la patata es de más del 8 %, porque durante la evolución se han invertido y repetido fragmentos largos del genoma.
"El tomate es uno de los cultivos más comunes y de mayor explotación. Conocer su genoma al detalle nos permite, por un lado, entender mejor la evolución de las plantas superiores gracias a poblaciones controladas como son las cultivadas y, por otro, nos ofrece nuevas herramientas para la agricultura", explica el investigador Francisco Cámara.
Participante argentino. El único participante argentino en este proyecto es el Laboratorio de Genómica Estructural y Funcional de Solanáceas del Instituto de Biotecnología del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), señaló el Conicet.
“El trabajo es en realidad mucho más amplio, y lo que se difunde ahora es una parte de las conclusiones, que consiste en el análisis del genoma completo. Como cada grupo de trabajo se concentró en el estudio de un fragmento distinto, ya se han obtenido y publicado otros resultados parciales, y habrá más en el futuro”, explica Fernando Carrari, a la cabeza de la investigación llevada a cabo en el Inta.
Concretamente, en su laboratorio se secuenció el genoma completo de la mitocondria y se identificaron los genes que están codificados en su ADN.
En el paper de Nature se describe la estructura del genoma, lo cual permitió elaborar hipótesis sobre su evolución, y entender por qué hoy el tomate es un tomate y no una papa, u otra especie intermedia en términos evolutivos.
“Lo novedoso del trabajo es que, además de la secuencia del genoma, también intenta explicar cómo funcionan ciertas porciones del mismo, por ejemplo los genes que le dan el color o la forma a los frutos”, comenta Carrari, biólogo e investigador del Conicet.
“Yo estuve trabajando en Alemania sobre el metabolismo mitocondrial, y al regresar al país mi laboratorio continuó el estudio en el tema, de gran importancia teniendo en cuenta el valor agronómico que tiene el producto”, señaló el especialista. Junto con un grupo de colaboradores, Carrari descifró el genoma completo de la mitocondria, una de las partes de la célula, formada además por el núcleo y los cloroplastos.
Cada una de estas partes posee diferente información genética que, en conjunto, conforma el genoma de la célula del tomate. Sus pruebas les revelaron que estos genomas son muy dinámicos y puede haber intercambio de ADN entre los distintos compartimentos, como pasar de la mitocondria al núcleo o viceversa, por ejemplo. Ahora, quieren saber qué consecuencias tienen esos movimientos para el funcionamiento de las células.
En la Argentina. “De las 540.000 ha que ocupa el cultivo de hortalizas en nuestro país, 17 mil corresponden al tomate, la segunda más consumida después de la papa”, cuenta el ingeniero Cosme Argerich, desde la Estación Experimental Agropecuaria La Consulta del INTA. En ese sentido, destaca que “hay una tendencia mundial hacia el incremento del consumo por sus propiedades benéficas a la salud”. El especialista también señala que las zonas más productivas en Argentina son Cuyo, el NOA, La Plata y el NEA.
Por su parte, desde el mismo instituto, la ingeniera Natalia Aquindo precisa que cada argentino consume un promedio de 12 kg de tomate industrializado al año, y unos 25 kg del producto fresco. “En algunas comunidades aisladas, especialmente en la zona cordillerana del norte, se producen semillas de cultivares mantenidas durante mucho tiempo. Algunas se denominan ‘tomates criollos’, y pueden tener diferentes fuentes de origen. Sin embargo, no se consiguen en verdulerías”, subraya.
fuente: http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/tomates-revelaron-genoma-completo
Este trabajo, cuyos resultados se publican en la revista Nature y que fue desarrollado por un consorcio con la colaboración de más de 300 científicos de trece países, describe las principales características del genoma del tomate doméstico (Solanum lycopersicum) en comparación con el silvestre (Solanum pimpinellifolium) y la patata (Solanum tuberosum).
El estudio concluye que los genes repetidos que presenta el tomate -el análisis genético indica que éste sufrió varias triplicaciones consecutivas hace unos 60 millones de años- explicarían algunas de las características de este fruto y su éxito evolutivo.
Según explica el investigador Antonio Granell, del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas Primo Yúfera (Centro del CSIC de la Universidad de Valencia), que dirigió la parte española de la investigación, esta triplicación hizo que la especie sobreviviera.
El objetivo de este trabajo, que describe las regiones del genoma del tomate que han sido claves para su evolución y especialización, es ofrecer el genoma del tomate a grupos de investigación para un mejor conocimiento de la biología de este vegetal, esencial en la agricultura.
ADN. El ADN del tomate posee unos 35.000 genes y cerca de 900 millones de pares de bases, que muestran evidencias de que esta planta ha sufrido varias duplicaciones, lo que se considera "un mecanismo para generar nuevas características", señala Granell.
Por ejemplo, se ha visto que algunos de los fragmentos repetidos del ADN incluyen genes que serían responsables del control de ciertas características del fruto, como la formación de la piel, por lo que estas repeticiones habrían contribuido a formar una piel más resistente para conservar mejor el fruto.
Al comparar los genomas de las especies, los investigadores han observado que el genoma del tomate de cultivo y el silvestre sólo divergen en un 0,6 % (sólo seis cambios cada 1.000 nucleótidos, -las unidades mas elementales del ADN- lo que indicaría que ambas especies se separaron hace unos 1,3 millones de años).
Mientras, la divergencia con la patata es de más del 8 %, porque durante la evolución se han invertido y repetido fragmentos largos del genoma.
"El tomate es uno de los cultivos más comunes y de mayor explotación. Conocer su genoma al detalle nos permite, por un lado, entender mejor la evolución de las plantas superiores gracias a poblaciones controladas como son las cultivadas y, por otro, nos ofrece nuevas herramientas para la agricultura", explica el investigador Francisco Cámara.
Participante argentino. El único participante argentino en este proyecto es el Laboratorio de Genómica Estructural y Funcional de Solanáceas del Instituto de Biotecnología del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), señaló el Conicet.
“El trabajo es en realidad mucho más amplio, y lo que se difunde ahora es una parte de las conclusiones, que consiste en el análisis del genoma completo. Como cada grupo de trabajo se concentró en el estudio de un fragmento distinto, ya se han obtenido y publicado otros resultados parciales, y habrá más en el futuro”, explica Fernando Carrari, a la cabeza de la investigación llevada a cabo en el Inta.
Concretamente, en su laboratorio se secuenció el genoma completo de la mitocondria y se identificaron los genes que están codificados en su ADN.
En el paper de Nature se describe la estructura del genoma, lo cual permitió elaborar hipótesis sobre su evolución, y entender por qué hoy el tomate es un tomate y no una papa, u otra especie intermedia en términos evolutivos.
“Lo novedoso del trabajo es que, además de la secuencia del genoma, también intenta explicar cómo funcionan ciertas porciones del mismo, por ejemplo los genes que le dan el color o la forma a los frutos”, comenta Carrari, biólogo e investigador del Conicet.
“Yo estuve trabajando en Alemania sobre el metabolismo mitocondrial, y al regresar al país mi laboratorio continuó el estudio en el tema, de gran importancia teniendo en cuenta el valor agronómico que tiene el producto”, señaló el especialista. Junto con un grupo de colaboradores, Carrari descifró el genoma completo de la mitocondria, una de las partes de la célula, formada además por el núcleo y los cloroplastos.
Cada una de estas partes posee diferente información genética que, en conjunto, conforma el genoma de la célula del tomate. Sus pruebas les revelaron que estos genomas son muy dinámicos y puede haber intercambio de ADN entre los distintos compartimentos, como pasar de la mitocondria al núcleo o viceversa, por ejemplo. Ahora, quieren saber qué consecuencias tienen esos movimientos para el funcionamiento de las células.
En la Argentina. “De las 540.000 ha que ocupa el cultivo de hortalizas en nuestro país, 17 mil corresponden al tomate, la segunda más consumida después de la papa”, cuenta el ingeniero Cosme Argerich, desde la Estación Experimental Agropecuaria La Consulta del INTA. En ese sentido, destaca que “hay una tendencia mundial hacia el incremento del consumo por sus propiedades benéficas a la salud”. El especialista también señala que las zonas más productivas en Argentina son Cuyo, el NOA, La Plata y el NEA.
Por su parte, desde el mismo instituto, la ingeniera Natalia Aquindo precisa que cada argentino consume un promedio de 12 kg de tomate industrializado al año, y unos 25 kg del producto fresco. “En algunas comunidades aisladas, especialmente en la zona cordillerana del norte, se producen semillas de cultivares mantenidas durante mucho tiempo. Algunas se denominan ‘tomates criollos’, y pueden tener diferentes fuentes de origen. Sin embargo, no se consiguen en verdulerías”, subraya.
fuente: http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/tomates-revelaron-genoma-completo
Tomates al desnudo: revelaron el genoma completo
-Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Rep. Argentina- 31.05.2012
El hallazgo es la conclusión de un trabajo entre instituciones de diversos países que comenzó en 2004. Se publicó ayer en revista Nature.
Las líneas de investigación que se abren son muchas: cómo fue la historia evolutiva hasta convertirse en lo que hoy conocemos como tomate, cómo se comportan sus genes, y más. Todo esto, con el objetivo de develar los secretos mejor guardados de una de las hortalizas más consumidas del mundo: el tomate.
Tras la formación de un consorcio internacional integrado por 57 laboratorios y empresas de diversos países, se iniciaron en 2004 distintas investigaciones en pos de desentrañar la información genética que guarda esta especie. Sumadas, las conclusiones dieron como resultado la secuenciación del genoma completo, que se publicó ayer en la revista Nature. El único participante argentino en este proyecto es el Laboratorio de Genómica Estructural y Funcional de Solanáceas del Instituto de Biotecnología del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
“El trabajo es en realidad mucho más amplio, y lo que se difunde ahora es una parte de las conclusiones, que consiste en el análisis del genoma completo. Como cada grupo de trabajo se concentró en el estudio de un fragmento distinto, ya se han obtenido y publicado otros resultados parciales, y habrá más en el futuro”, explica Fernando Carrari, a la cabeza de la investigación llevada a cabo en el INTA. Concretamente, en su laboratorio se secuenció el genoma completo de la mitocondria y se identificaron los genes que están codificados en su ADN.
En el paper de Nature se describe la estructura del genoma, lo cual permitió elaborar hipótesis sobre su evolución, y entender por qué hoy el tomate es un tomate y no una papa, u otra especie intermedia en términos evolutivos. “Lo novedoso del trabajo es que, además de la secuencia del genoma, también intenta explicar cómo funcionan ciertas porciones del mismo, por ejemplo los genes que le dan el color o la forma a los frutos”, comenta Carrari, biólogo e investigador del CONICET.
“Yo estuve trabajando en Alemania sobre el metabolismo mitocondrial, y al regresar al país mi laboratorio continuó el estudio en el tema, de gran importancia teniendo en cuenta el valor agronómico que tiene el producto”, señaló el especialista. Junto con un grupo de colaboradores, Carrari descifró el genoma completo de la mitocondria, una de las partes de la célula, formada además por el núcleo y los cloroplastos. Cada una de estas partes posee diferente información genética que, en conjunto, conforma el genoma de la célula del tomate. Sus pruebas les revelaron que estos genomas son muy dinámicos y puede haber intercambio de ADN entre los distintos compartimentos, como pasar de la mitocondria al núcleo o viceversa, por ejemplo. Ahora, quieren saber qué consecuencias tienen esos movimientos para el funcionamiento de las células.
También, y en paralelo al trabajo con el consorcio mencionado, buscan averiguar cómo funcionan los genes involucrados en la producción de vitamina E. “Si bien el tomate no aporta demasiada, esa cantidad se podría aumentar si conociéramos cómo se regula la producción de esta vitamina”, señala el especialista.
Especies y variabilidad
Junto con otras instituciones nacionales, el mismo laboratorio también lleva adelante un proyecto para determinar la variabilidad genética que existe entre los tomates cultivados en el país. “Especies y cultivares tenemos cientos, categorizadas por zona de colecta, pero eso no quiere decir que todos ellos sean diferentes en su ADN, ya que en algunos casos sucede que el ambiente influye o modula un mismo genoma”, agrega Carrari.
Para finalizar, el investigador destaca que “como el área de origen de esta hortaliza es América, desde México hasta el norte argentino, es muy importante que este tipo de esfuerzos se realicen en laboratorios locales y regionales, porque para poder explotar racionalmente los recursos genéticos nativos es preciso, primero, conocerlos en profundidad”.
En la Argentina
“De las 540.000 ha que ocupa el cultivo de hortalizas en nuestro país, 17 mil corresponden al tomate, la segunda más consumida después de la papa”, cuenta el ingeniero Cosme Argerich, desde la Estación Experimental Agropecuaria La Consulta del INTA. En ese sentido, destaca que “hay una tendencia mundial hacia el incremento del consumo por sus propiedades benéficas a la salud”. El especialista también señala que las zonas más productivas en Argentina son Cuyo, el NOA, La Plata y el NEA.
Por su parte, desde el mismo instituto, la ingeniera Natalia Aquindo precisa que cada argentino consume un promedio de 12 kg de tomate industrializado al año, y unos 25 kg del producto fresco. “En algunas comunidades aisladas, especialmente en la zona cordillerana del norte, se producen semillas de cultivares mantenidas durante mucho tiempo. Algunas se denominan ‘tomates criollos’, y pueden tener diferentes fuentes de origen. Sin embargo, no se consiguen en verdulerías”, subraya.
Tras la formación de un consorcio internacional integrado por 57 laboratorios y empresas de diversos países, se iniciaron en 2004 distintas investigaciones en pos de desentrañar la información genética que guarda esta especie. Sumadas, las conclusiones dieron como resultado la secuenciación del genoma completo, que se publicó ayer en la revista Nature. El único participante argentino en este proyecto es el Laboratorio de Genómica Estructural y Funcional de Solanáceas del Instituto de Biotecnología del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
“El trabajo es en realidad mucho más amplio, y lo que se difunde ahora es una parte de las conclusiones, que consiste en el análisis del genoma completo. Como cada grupo de trabajo se concentró en el estudio de un fragmento distinto, ya se han obtenido y publicado otros resultados parciales, y habrá más en el futuro”, explica Fernando Carrari, a la cabeza de la investigación llevada a cabo en el INTA. Concretamente, en su laboratorio se secuenció el genoma completo de la mitocondria y se identificaron los genes que están codificados en su ADN.
En el paper de Nature se describe la estructura del genoma, lo cual permitió elaborar hipótesis sobre su evolución, y entender por qué hoy el tomate es un tomate y no una papa, u otra especie intermedia en términos evolutivos. “Lo novedoso del trabajo es que, además de la secuencia del genoma, también intenta explicar cómo funcionan ciertas porciones del mismo, por ejemplo los genes que le dan el color o la forma a los frutos”, comenta Carrari, biólogo e investigador del CONICET.
“Yo estuve trabajando en Alemania sobre el metabolismo mitocondrial, y al regresar al país mi laboratorio continuó el estudio en el tema, de gran importancia teniendo en cuenta el valor agronómico que tiene el producto”, señaló el especialista. Junto con un grupo de colaboradores, Carrari descifró el genoma completo de la mitocondria, una de las partes de la célula, formada además por el núcleo y los cloroplastos. Cada una de estas partes posee diferente información genética que, en conjunto, conforma el genoma de la célula del tomate. Sus pruebas les revelaron que estos genomas son muy dinámicos y puede haber intercambio de ADN entre los distintos compartimentos, como pasar de la mitocondria al núcleo o viceversa, por ejemplo. Ahora, quieren saber qué consecuencias tienen esos movimientos para el funcionamiento de las células.
También, y en paralelo al trabajo con el consorcio mencionado, buscan averiguar cómo funcionan los genes involucrados en la producción de vitamina E. “Si bien el tomate no aporta demasiada, esa cantidad se podría aumentar si conociéramos cómo se regula la producción de esta vitamina”, señala el especialista.
Especies y variabilidad
Junto con otras instituciones nacionales, el mismo laboratorio también lleva adelante un proyecto para determinar la variabilidad genética que existe entre los tomates cultivados en el país. “Especies y cultivares tenemos cientos, categorizadas por zona de colecta, pero eso no quiere decir que todos ellos sean diferentes en su ADN, ya que en algunos casos sucede que el ambiente influye o modula un mismo genoma”, agrega Carrari.
Para finalizar, el investigador destaca que “como el área de origen de esta hortaliza es América, desde México hasta el norte argentino, es muy importante que este tipo de esfuerzos se realicen en laboratorios locales y regionales, porque para poder explotar racionalmente los recursos genéticos nativos es preciso, primero, conocerlos en profundidad”.
En la Argentina
“De las 540.000 ha que ocupa el cultivo de hortalizas en nuestro país, 17 mil corresponden al tomate, la segunda más consumida después de la papa”, cuenta el ingeniero Cosme Argerich, desde la Estación Experimental Agropecuaria La Consulta del INTA. En ese sentido, destaca que “hay una tendencia mundial hacia el incremento del consumo por sus propiedades benéficas a la salud”. El especialista también señala que las zonas más productivas en Argentina son Cuyo, el NOA, La Plata y el NEA.
Por su parte, desde el mismo instituto, la ingeniera Natalia Aquindo precisa que cada argentino consume un promedio de 12 kg de tomate industrializado al año, y unos 25 kg del producto fresco. “En algunas comunidades aisladas, especialmente en la zona cordillerana del norte, se producen semillas de cultivares mantenidas durante mucho tiempo. Algunas se denominan ‘tomates criollos’, y pueden tener diferentes fuentes de origen. Sin embargo, no se consiguen en verdulerías”, subraya.
comunicado de prensa: http://www.mincyt.gob.ar/multimedia/archivo/archivos/12-05-31_Genoma_del_tomate.pdf
El tomate sobrevivió a extinciones por las triplicaciones de su genoma
Este hallazgo ayudará a mejorar el rendimiento de las tomateras
El CSIC ha participado en una investigación internacional que ha logrado secuenciar el ADN del tomate. Del estudio se desprende que el contenido genético de esta fruta se triplicó en numerosas ocasiones, lo que afectó a sus características. Los resultados obtenidos en la presente investigación permitirán mejorar el rendimiento de las producciones de tomate.
Una investigación internacional en la que ha participado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha completado la secuenciación del genoma del tomate (Solanum lycopersicum) y la de su pariente silvestre (S. pimpinellifolium). El estudio, en el que han colaborado más de 300 científicos de 13 países, ha aparecido publicado en la portada de la revista Nature.
El análisis del contenido genético del tomate indica que este sufrió varias triplicaciones consecutivas hace unos 60 millones de años. Según el investigador del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas Primo Yúfera (centro mixto del CSIC y la Universidad Politécnica de Valencia), Antonio Granell, que ha dirigido la parte española del trabajo, “este hecho fue el que podría haber salvado al tomate de la última gran extinción masiva”, que acabó con el 75% de las especies del planeta, entre las que se incluyen los dinosaurios.
El ADN del tomate posee unos 35.000 genes que se expresan a lo largo de unos 900 millones de pares de bases. Entre sus diferentes cadenas de adenina, guanina, citosina y timina, el tomate presenta indicios de haber sufrido varias duplicaciones.
Según Granell, las duplicaciones del genoma “son un mecanismo para generar nuevas características”. El investigador del CSIC explica: “Si a partir de una tijera quieres crear una sierra, puedes alterar la tijera para que se parezca a una sierra, pero te quedarás sin la tijera; para evitar esta pérdida, lo que la naturaleza hace es duplicar la tijera y aplicar los cambios en una de las copias de forma que no pierdas la estructura original en caso de que dicho cambio no beneficie a la especie”.
Con el paso del tiempo, el contenido genético repetido y el que se ha quedado obsoleto a causa de las nuevas funciones se remodela poco a poco. En el caso del tomate, por ejemplo, algunos genes relacionados con su textura y su color son producto de este proceso de duplicación y especialización.
El análisis del contenido genético del tomate indica que este sufrió varias triplicaciones consecutivas hace unos 60 millones de años. Según el investigador del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas Primo Yúfera (centro mixto del CSIC y la Universidad Politécnica de Valencia), Antonio Granell, que ha dirigido la parte española del trabajo, “este hecho fue el que podría haber salvado al tomate de la última gran extinción masiva”, que acabó con el 75% de las especies del planeta, entre las que se incluyen los dinosaurios.
El ADN del tomate posee unos 35.000 genes que se expresan a lo largo de unos 900 millones de pares de bases. Entre sus diferentes cadenas de adenina, guanina, citosina y timina, el tomate presenta indicios de haber sufrido varias duplicaciones.
Según Granell, las duplicaciones del genoma “son un mecanismo para generar nuevas características”. El investigador del CSIC explica: “Si a partir de una tijera quieres crear una sierra, puedes alterar la tijera para que se parezca a una sierra, pero te quedarás sin la tijera; para evitar esta pérdida, lo que la naturaleza hace es duplicar la tijera y aplicar los cambios en una de las copias de forma que no pierdas la estructura original en caso de que dicho cambio no beneficie a la especie”.
Con el paso del tiempo, el contenido genético repetido y el que se ha quedado obsoleto a causa de las nuevas funciones se remodela poco a poco. En el caso del tomate, por ejemplo, algunos genes relacionados con su textura y su color son producto de este proceso de duplicación y especialización.
Pariente silvestre próximo
El origen del tomate comercial se remonta a unas pequeñas bayas que sólo crecían en algunas regiones de América del Sur. S. pimpinellifolium es el pariente vivo más cercano a este ancestro común.
La secuenciación de esta especie ha revelado que solo existe una divergencia del 0,6% entre ambos genomas, lo que quiere decir que solo hay seis cambios por cada 1.000 nucleótidos, lo que indicaría que ambas especies se separaron hace 1,3 millones de años, aproximadamente.
El hallazgo de estas diferencias, junto al mayor nivel de detalle en la genética del tomate común, permitirá mejorar su producción y cultivo. Granell considera el tomate como “un cultivo estratégico para nuestro país, por lo que la secuencia de su genoma podrá ser utilizada por la comunidad científica para entender su formación y maduración, así como para mejorar la calidad del fruto y su respuesta y adaptación frente al estrés biótico y abiótico.”
El análisis en profundidad del genoma del tomate se recoge hoy en Nature; no obstante, versiones previas de la secuencia han estado disponibles desde hace más de un año en una página web de acceso público.
El investigador del CSIC destaca la importancia de “difundir este tipo de avances lo antes posible, sobre todo cuando se trata de investigaciones públicas, de forma que se puedan devolver los beneficios a la sociedad cuanto antes”.
Dentro de este consorcio internacional de investigadores, la participación española se centró en la secuenciación del cromosoma nueve y en la introducción de nuevas tecnologías de secuenciación. El equipo de Granell también ha contado con la colaboración de investigadores del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea La Mayora (centro mixto del CSIC y la Universidad de Málaga), el Centro Nacional de Análisis Genómico y las empresas Genome Bioinformatics y Sistemas Genómicos.
Todo ello ha sido posible gracias a la ayuda del VII Programa Marco, la Fundación Genoma España, Cajamar, la Federación Española de Productores Exportadores de Frutas y Hortalizas, la Fundación Séneca, la Fundación Manrique de Lara, el Instituto Nacional de Bioinformática, el Instituto Canario de Investigaciones Agrarias y el Instituto de Investigación Agraria y Pesquera.
El origen del tomate comercial se remonta a unas pequeñas bayas que sólo crecían en algunas regiones de América del Sur. S. pimpinellifolium es el pariente vivo más cercano a este ancestro común.
La secuenciación de esta especie ha revelado que solo existe una divergencia del 0,6% entre ambos genomas, lo que quiere decir que solo hay seis cambios por cada 1.000 nucleótidos, lo que indicaría que ambas especies se separaron hace 1,3 millones de años, aproximadamente.
El hallazgo de estas diferencias, junto al mayor nivel de detalle en la genética del tomate común, permitirá mejorar su producción y cultivo. Granell considera el tomate como “un cultivo estratégico para nuestro país, por lo que la secuencia de su genoma podrá ser utilizada por la comunidad científica para entender su formación y maduración, así como para mejorar la calidad del fruto y su respuesta y adaptación frente al estrés biótico y abiótico.”
El análisis en profundidad del genoma del tomate se recoge hoy en Nature; no obstante, versiones previas de la secuencia han estado disponibles desde hace más de un año en una página web de acceso público.
El investigador del CSIC destaca la importancia de “difundir este tipo de avances lo antes posible, sobre todo cuando se trata de investigaciones públicas, de forma que se puedan devolver los beneficios a la sociedad cuanto antes”.
Dentro de este consorcio internacional de investigadores, la participación española se centró en la secuenciación del cromosoma nueve y en la introducción de nuevas tecnologías de secuenciación. El equipo de Granell también ha contado con la colaboración de investigadores del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea La Mayora (centro mixto del CSIC y la Universidad de Málaga), el Centro Nacional de Análisis Genómico y las empresas Genome Bioinformatics y Sistemas Genómicos.
Todo ello ha sido posible gracias a la ayuda del VII Programa Marco, la Fundación Genoma España, Cajamar, la Federación Española de Productores Exportadores de Frutas y Hortalizas, la Fundación Séneca, la Fundación Manrique de Lara, el Instituto Nacional de Bioinformática, el Instituto Canario de Investigaciones Agrarias y el Instituto de Investigación Agraria y Pesquera.
Referencia
Shusei Sato et al. The tomato genome sequence provides insights into fleshy fruit evolution. Nature. DOI: 10.1038/nature1119.
Shusei Sato et al. The tomato genome sequence provides insights into fleshy fruit evolution. Nature. DOI: 10.1038/nature1119.
Un ‘reloj de maduración’ molecular modula la floración de las plantas de tomate
El estudio se publica en ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’
Un estudio revela la existencia de un mecanismo molecular que regula la ramificación de la planta del tomate. Este ‘reloj’ puede manipularse para obtener un mayor rendimiento de la planta, aumentar el número de ramas y variar el número de flores y frutos.
SINC | 28 diciembre 2011 13:22
La producción de tomates puede incrementarse manipulando el temporizador molecular que, según un reciente estudio del Laboratorio Cold Spring Harbor (CSHL, por sus siglas en inglés) de EE UU, controla el desarrollo de la planta.
Los tomates salvajes tienen una mejor cota de ramificación que las variedades domésticas. Imagen: Lippman@CSHL
En particular, el llamado ‘reloj de maduración’, determina el número de ramas que pueden producir flores, las inflorescencias. "Hemos descubierto que retrasando este reloj conseguimos una mayor ramificación en las inflorescencias, lo que provoca un mayor número de flores y, por tanto, de frutos”, afrima Zach Lippman, líder de la investigación del CSHL.Cuando una planta está preparada para florecer deja de producir hojas y comienza a desarrollar flores. Esto se traduce en que los meristemos apicales –tejidos responsables del crecimiento vegetal– de las yemas se transforman en meristemos inflorescentes.
Según el tipo de planta, estos tejidos producen una o más ramas con un número variable de flores. En la mayoría de las variedades domésticas, escogidas por el sabor y aspecto de sus frutos, se forma una única rama con pocas flores, pero hay otras especies que generan docenas de ramas con cientos de flores.
Ajustando el reloj
Un ritmo de ramificación demasiado alto parece ser resultado de un retraso en la maduración de los meristemos, que provoca un mayor crecimiento de ramas, en vez de seguir a la siguiente fase de floración. “Queremos definir este reloj biológico con la mayor resolución en término de los genes que modulan el ritmo de crecimiento”, explica Lippman.
Lo deseable, según los investigadores, es un equilibro entre ambas situaciones, porque la ramificación también supone un gran gasto de energía que luego dificulta el paso de flores a frutos.
“Nuestra idea es que, determinando los genes que definen este reloj, podremos sincronizarlo para obtener la cota de ramificación deseada que parecen haber alcanzado las variedades salvajes”, asegura el investigador.
Biología de sistemas y tecnología punta
Para describir la actividad de todos los genes que intervienen en este proceso, los investigadores han utilizado un método de biología de sistemas –con representaciones matemáticas del problema– y tecnología de secuenciación de última generación.
Analizaron las células madre en cinco etapas diferentes de maduración e identificaron alrededor de 4.000 genes que representan el temporizador. Después, compararon el mecanismo en una variedad mutada que produce una ramificación masiva con una planta salvaje de Perú que produce pocas ramas.
“Nuestros datos muestran que las plantas salvajes han evolucionado de manera que tienen un ligero retraso en la maduración, lo que produce un ligero aumento del número de ramas y, consecuentemente, un incremento del número de frutos”, explica Lippman.
Según los investigadores, una pequeña variación genética puede afectar la arquitectura de ramificación. “Ahora tenemos una lista de genes candidatos que podríamos usar para modificar el reloj y producir tomates con un crecimiento similar a los salvajes”, concluye Lippman.
Referencia bibliográfica: Soon Ju park, Ke Jiang, Michael C. Schatz y Zachary B. Lippman."The rate of meristem maturation determines inflorescence architecture in tomato". Proceedings of the National Academy of Sciences. 26 de diciembre de 2011.