Extractos del libro “Buenos Aires Italiana”
Temas de patrimonio cultural Nº 25 :
Buenos Aires italiana. - 1a ed. - Buenos Aires : Comisión para la Preservación del Patrimonio
Cultural de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2009.
456 p. ; 23x16 cm.
“...los porteños quedamos
fuertemente marcados por una cultura que, con gran predominio frente
a las demás, se mestizó con otras, también migrantes, y con el
sustrato indígeno-español preexistente.”
“Italia se comportó y se comporta
como una “madre patria”. Ese ida y vuelta de los migrantes, en
los exilios económicos de las últimas décadas, ese “mirar hacia
fuera” (Europa) que tenemos muchos argentinos, brindaron su
pasaporte no sólo para el regreso sino también para la entrada en
la Unión Europea. Más allá de la doctrina del jus sanguinis es su
espíritu generoso el que la anima.”
“Así vemos que el ethos de origen va
fundiéndose con la cotidianeidad del transcurrir en la tierra de
adopción, gestándose nuevas particularidades y nuevas expresiones,
que, a su vez, nutren a la comunidad local, que incorpora y hace
suyas las manifestaciones de los que llegaron.”
-pag.12, Lic. Leticia Maronese,
Secretaria General, C. P. P. H. C.
“Refiriéndose a las dificultades
para comprender el éxito mayor o menor de los italianos a partir de los datos del censo de 1914, Tulio
Halperin Donghi, hace más de un cuarto de siglo, definió a la huella de la multitudinaria presencia
italiana como “a la vez omnipresente y casi inasible”.
Quisiera proponer hoy un recorrido imaginario
por la ciudad de Buenos Aires, tras la huella de los italianos, aclarando de antemano que
necesariamente será incompleto, más por razones de tiempo que por insuficiente información. Sin abundar
en cifras, si pensamos que en 1887 del total de habitantes de la ciudad (433.375), el 38% de los
varones y el 25% de las mujeres eran italianos, hay una parte de la historia que no está
suficientemente iluminada.”
-pag. 19, Alicia Bernasconi, “Italianos
en Buenos Aires. Un recorrido”
“La Boca
Como no podía ser de otra manera,
nuestro itinerario comienza en el primer barrio de asentamiento
italiano identificado como tal y que, como se sabe, tuvo su origen en
la migración temprana de lígures, sobre todo genoveses, y en su
exitosa inserción en el mercado de la navegación fluvial.
En la segunda posguerra, muchos
inmigrantes italianos tuvieron allí su primera residencia temporaria, en casa de algún familiar,
antes de poder comprar un terreno y construir su propia vivienda.
A orillas del Riachuelo había, a
principios del siglo XX, un mercado de la pesca, que la revista Caras
y Caretas irónicamente llamó “la bolsa del pescado”. El
peculiar mecanismo de comercialización se basaba en una subasta
secreta: los vendedores esperaban en la orilla la llegada de las
barcas.
Después de inspeccionar la pesca, cada
uno de ellos hacía una oferta al oído del pescador, quien luego de escuchar todas, anunciaba
quién había ganado la “subasta”. Luego se iban, cada uno con su canasta, a vender por las calles.”
Pag. 20, Alicia Bernasconi, “Italianos
en Buenos Aires. Un recorrido”
“Argentina es eminentemente un país
de inmigración lo demuestra fehacientemente los datos de entrada al país de la Dirección
Nacional de Migraciones, en casi ciento cincuenta años han llegado más de 5.000.000 de personas de
Europa, de las cuales 1.400.000 provenían de Italia, el porcentaje de la población italiana con respecto
a la población total tuvo su pico mas alto en 1895 con el 12,5% y en 1914 con el 11,9%, en los años 80
el porcentaje se redujo al 1,7% de la población total en Argentina, a raíz de esto se han
tejido muchos mitos en torno a la inmigración, uno de ellos es creer
que la mitad de la población es de origen italiana”
pag. 31, Mario Santillo, “Italianos,
descendientes y doble ciudadanía”
“Entre 1880 y 1914, arribaron tres
millones y medio de inmigrantes europeos a las orillas del Plata y el
puerto de Buenos Aires se convirtió a ritmo de vértigo, en la gran
metrópolis de Sudamérica. Por eso la noción de impacto demográfico
adquiere visos espectaculares ya que no había en el mundo otra
nación que al cruzar el umbral del siglo XX, contara con más
extranjeros que nativos, entre los habitantes de su Capital.
Según los censos nacionales, en 1869
el porcentaje de la población extranjera sobre el total de habitantes en Buenos Aires, era del
49,3%, en 1895 era del 52% y en 1914, del 50,6%. Los censos municipales, completan este panorama al
darle continuidad en el tiempo: en 1887 la población extranjera representaba el 52,7% sobre
el total, en 1904, el 44,9%, en 1909, el 45,5 y en 1936, el 36%.
Ese es el punto partida para comprender
por qué la elite de la colectividad italiana de Buenos Aires elaboró una concepción identitaria
sobre su misión y destino en el Río de la Plata.”
“De la elite a la colonia: un
programa en acción
Durante décadas, la presencia italiana
marcó su primacía estadística. En 1869, los italianos representaban más del 23,7% sobre de
total de habitantes, en 1887 superaron el tercio, en 1895 el 27% y para el Centenario de Mayo de
1810, el porcentaje todavía superaba el 20% de total. No puede extrañar entonces la expresión
“l´ambiente argentino é saturato de italianitá”, de Luigi Einaudi, una de las figuras públicas
italianas más connotadas que visitó Buenos Aires hacia fines del
siglo XIX, y registró, asombrado, la curva inmigratoria de sus
connacionales en el Plata, crecimientovertiginoso que nada parecía
frenar.
En vísperas de la Primera Guerra
Mundial, el censo de 1914 todavía registra una cifra impactante de italianos en la ciudad capital,
estacionada en el 20% del total de una población que ya supera el 1.500.000 de habitantes y ha
transformado a Buenos Aires en una moderna cosmópolis reconocida a nivel mundial. Pero dentro de la
población extranjera, la inmigración italiana compite ya con la de origen español y entre ambas se
dividen por partes iguales la representación del conjunto inmigratorio. El dato no es menor y
explica muy bien las tensiones que vive la elite de la colectividad
para defender una primogenitura evidentemente menguante desde el
punto de vista simbólico. De hecho, la prensa se agita en torno al
sentido que debe tener la efeméride del 12 de Octubre y por eso
cuando el gobierno argentino acepta, en 1916, virar el día de
homenaje a Colón en una celebración del Día de la Raza Hispana,
fiesta compartida con el resto de Hispanoamérica y España, queda
sellado el tiro de gracia para la fórmula programática de la elite
italiana de Buenos Aires.”
pag. 46, Emma Ciboti, “¿Una colonia
italiana en Buenos Aires?”
“...como dice Luis Labraña en
nuestro libro Tango, una historia:”las clases dominantes fueron implacables y encerraron a las tres
fieras en la misma jaula: negros, gringos, y compadres aprendieron la
ley de la convivencia y se entrecruzaron, se juntaron, se casaron,
nacieron los hijos y sus nuevas formas dialectales.“ De modo que,
si bien, luego de la colonización, en la Independencia hubo
apellidos italianos, fue sobre todo después de la sanción de la Ley
de promoción de la Inmigración, la Ley Avellaneda, en los italianos
constituyeron el flujo inmigratorio más amplio.
Para el Centenario, según datos de
Juan A. Alsina,2 de los 3.409.540 inmigrantes que habían llegado de
1857 a 1909 ingresaron 1.892.721 italianos. 882.271 españoles y
192.436 franceses. Alsina observa que los italianos siguen formando
la mayor parte de la inmigración, aunque a esa altura en menor
proporción que en años anteriores. Los asentamientos o
internaciones se concentraban en la Capital Federal, después en
Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba en orden de cantidad. De ahí “la
pampa gringa”.
“De 1824 a 1924 52 millones de
personas dejaron Europa, de los que el 93% vinieron a América, el 72% a los Estados Unidos y el 21% a
América Latina, el 7% a Australia. De los 11 millones de América Latina, más del 50% está
absorbido por Argentina.
Los italianos que vinieron a Buenos se
diluyeron en la sociedad y empezaron, como tantos otros, a formar parte, por las buenas o las
malas, de ese crisol de razas que supimos ser en esa época.
De modo tal que se nos describe como
“italianos que hablamos español, pretendemos sueldos norteamericanos y vivir como ingleses.
Decimos discursos franceses y votamos, pensamos como ‘zurdos y vivimos como
burgueses. Alabamos el emprendimiento canadiense y tenemos la organización boliviana o bolivariana y
admiramos el orden suizo mientras practicamos un desorden africano.” (sic) Espero que nadie se
ofenda y que vaya con quejas al INADI. Por cualquier cosa, aclaro que no la inventé yo: es una
versión nueva corregida, enriquecida y aggiornada de una vieja
definición de los argentinos, sólo
que ahora circula por mail. Pero la principal definición se asocia con ¡¡¡los italianos!!!
Es verdad que aquí no todo fue color
de rosa para los inmigrantes, entre ellos, los italianos. Una vez llegados y en contacto, la gran
desilusión cundió en nuestra clase dirigente que, cuando se
encontró con el verdadero inmigrante, el de
carne y hueso, se sintió decepcionada y amenazada incluso a punto tal que se llegó a dictar la Ley
de Residencia.
Llegó y se quedó de todo, desde la
costurera a la prostituta, desde la mamma a la yiranta y a la madama,
desde el laburante hasta el activista sindical o social. Supimos
tener a un Severino Di Giovanni y a los hermanos Scarfó, a los que
Osvaldo Bayer elevó al nivel legendario de héroes y fueron modelo
de los jóvenes de los sesenta-setenta. Pero aquí no se dio esa
forma sociocultural que se denomina “segunda generación”, en el
sentido de que los hijos de los inmigrantes se sienten más parte de
la comunidad de origen que de la de acogida. El hijo del inmigrante
se sintió argentino: Gardel, nacido en Toulousse -guste o no- se
siente porteño ni tolosano ni tacuaremboense y es Gardel porque se
cría en Buenos Aires. Israel Zeitlin, más conocido como César
Tiempo, nacido en Katarinoslav, luego denominada Dnieperpetrov, se
siente tan porteño que parafrasea la glosa del porteñísimo Guido
Spano: “Yo nací en Dnierperspetrov /¡qué me importan los
desaries / con que me trata la suerte! / ¡Argentino hasta la muerte!
/ ¡Yo nací en Dnieperspetrov!”.Amletto Vergiatti, nacido en
Parma, llega con sus padres en el Conte Rosso, perol se siente el
hombre gris de Buenos Aires y - no de Parma- y se hace llamar Julián
Centeya: “Me llamo Julián Centeya,/ por más datos, soy cantor.
/Nací en la vieja Pompeya, / tuve un amor con Mireya. / Me llamo
Julián Centeya, /su seguro servidor.”
La segunda generación de esas camadas
quería ser argentina. Recién en los últimos tiempos y sobre todo los nietos y bisnietos -o sea la
tercera y cuarta generaciones- quieren ansiosamente acceder a la ciudadanía italiana, lo que les
permite el acceso a la comunitaria y no por razones estrictamente de identidad espiritual o cultural sino
por razones bastante materialistas, para enviar a sus hijos a Italia en búsqueda de mejor destino
económico o profesional o para obtener en algún momento la jubilación italiana. No nos
engañemos.”
Pag. 285, 286, 287, Ana Sebastián,
“Buenos Aires, ¿capital italiana de ultramar?”
Si bien en estos puntos no se trata
el tema gastronómico o cocina, son puntos interesantes para poder
comprender el “porque” de una cocina netamente “italo-argentina”
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